
Cada vez que nos acercamos a Caracalla, el hombre que gobernó Roma entre el 211 y el 217, nos topamos con la que fue quizás su decisión política más importante: la concesión de la ciudadanía a todos los habitantes libres del Imperio. Su nombre real era Marco Aurelio Antonino Basiano, y Caracalla no fue sino el apodo que sus tropas le impusieron por el manto con capucha con el que se cubría habitualmente. Y es que, aficionado a la vida militar, sus días transcurrieron de campaña en campaña. Como la de Britania del 210 en la que, según Casio, mandó a los médicos que envenenasen a su padre y predecesor, Septimio Severo. Probablemente no sea cierto, pero sí lo es la sucesión de un gobierno que compartió con su hermano Geta, al que pronto asesinaría junto a una larga lista de víctimas que Dion Casio, sin duda exagerando, elevó a 20.000. No nos puede sorprender por tanto que sea otro de los emperadores que han pasado a la historia por su carácter sanguinario y derrochador. La crueldad era difícil de solucionar, el derroche lo intentó elevando impuestos y devaluando la moneda. Y también extendiendo la ciudadanía por todo el Imperio. Porque no fue el suyo un acto de generosidad, sino de avaricia. Aumentado el número de ciudadanos aumentaba la recaudación.
Juanra Fernández nos acerca al ilustre personaje desde el punto de vista de alguien de su círculo cercano. Una aproximación a la historia de la Roma Imperial con carácter novelado y asentada en un acertado rigor que en ocasiones debe recurrir a licencias creativas para rellenar la escasa historiografía de un personaje tan amplio.
Julián Torrecillas,
Historiador y colaborador de Onda Cero en la sección de Historia.
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