Página 2 de 2

Carlos Pérez Merinero, el hombre invisible

 

Carlos Pérez Merinero, en el rodaje de Rincones del paraíso.

 

Las mejores películas para los más mirones

   De entre las veintiuna películas —algunos cortos, capítulos de series y bastantes largometrajes— que Carlos Pérez Merinero escribió para la pequeña o la gran pantalla, todas fueron, y lo dejó bien claro cuando se sentó tras la cámara en Rincones del paraíso (1997), «películas para mirones», empezando por él, que aspiraba a ser uno más, un hombre invisible, acaso un guionista de la Hammer al que no le faltara nunca el trabajo. En ese trabajo aceptaría encargos de mediano y bajo presupuesto, siempre y cuando le respaldaran profesionales competentes. Pongamos media docena de películas al año ejecutadas —donde no faltaran las buenas ejecuciones, se entiende— con oficio y salero.

   Pero eso en España es complicado. Lo era cada vez más. En 1991 consigue Nominaciones a los Goya por Amantes, dirigida por Vicente Aranda y producida por Pedro Costa; anteriormente sus novelas se habían vendido por miles, y, de golpe y porrazo, su momento había pasado. Pero él siguió haciendo manos. No dejó de escribir hasta el último día, cumpliendo un horario casi de oficina…

   Volvamos a sus películas: hace no muchos volví a disfrutar El crimen de la calle Fuencarral (1985), dirigida por Angelino Fons y producida por Pedro Costa para TVE dentro de la mítica serie La huella del crimen. Observé que, en menos de una hora, esta compacta obra maestra ofrece lo más y mejor del merinerismo: pasión por la mirada, humor, voces de la calle, espontaneidad, folklore, y, ante todo, una recreación muy personal de los hechos.

   Carlos me dijo en diferentes entrevistas que mantuvimos (podéis encontrar una de ellas en Youtube) que el crimen es de por sí siempre trivial, por eso la labor del escritor consiste en encontrar un punto de vista sobre el que construir la narración, darle un interés más allá del morbo fácil. Carlos despreciaba incluso la documentación como tal. Reivindicaba la intuición, la creatividad, el esfuerzo por ponerse en el lugar de los personajes e idear tramas convincentes, fuertes, que funcionen bien, aunque sean falsas. Eso es lo de menos. Y aquí encontró la solución en esa pareja de amigos compuesta por Francisco Nieva y Luis Escobar, burgueses que pasean indolentes por el Retiro, por cabarets, burdeles selectos, cafeterías… Siempre como observadores despreocupados, de inteligencia y verbo fácil, como réplicas de género chico de Holmes y Watson, que van punteando y comentando los avatares del caso, aportando una musicalidad castiza, acercándonos la voz de la calle.

   Los imperativos de producción quisieron llevar esta vez a Carlos a 1888, precisamente cuando Conan Doyle había estrenado su Estudio en Escarlata, cuyos personajes ejercen una influencia notable… Pero Carlos, que salvo ocasiones —La mano armada, Caras conocidas— planteaba sus argumentos “aquí y ahora”, sabe arrimar el ascua a su sardina y se queda con el aspecto más bohemio e indolente de los investigadores, el más afín a sus personajes, siempre sensibles y hedonistas, más predispuestos al crimen que a la búsqueda de soluciones. En cualquier caso, y ante la duda, nos quedamos en El crimen de la calle Fuencarral como una invitación a seguir mirando… ¡Y ponernos hasta las pestañas de buen cine!

David G. Panadero

Puño sucio, nuestro Index librorum “no” prohibitorum et expurgatorum

 

Cuando el emperador romano Calígula clavó sus ojos en La Odisea de Homero tuvo la impresión, al parecer, de que la semilla emancipadora que encerraban sus páginas era demasiado grande y peligrosa para dejarla a su aire. Llevado por el pensamiento “prohibido viajar más lejos que mi psicosis” el emperador restringió la fantasía homérica, pero así como el odre lleno de vientos que Eolo entregó a Ulises (Odiseo para los amigos) ayudó a que éste viajase a más velocidad, los cantos de La Odisea lograron lo propio con la imaginación de sus lectores, que logró perpetuar la existencia de esta magnífica obra hasta nuestros días. No fue el primer caso en que un libro tuvo que esforzarse para sobrevivir a los protocolos de un pensamiento dominante, y, por supuesto, tampoco fue el último. Recordemos la larga lista de libros prohibidos confeccionada por la Iglesia Católica en el siglo XVI, donde se reunían títulos imprescindibles de la protociencia y del pensamiento humano en general. Ya más cercanos a nuestros días, obras como Lolita, de Vladimir Nabokob; Las uvas de la ira, del genial novelista (cronista) John Steinbeck, o incluso simples divertimentos como el primer libro de Harry Potter, han sufrido diferentes reacciones paralizantes, unos por abordar tabús de carácter sexual, otros por arrojarnos a la cara la realidad que nadie quiere recordar, o por chocar de frente con la situación político-religiosa-social de cualquier parte del mundo. Podría parecer que un libro deja de ser un objeto maleable y tiende a imponer su pensamiento como haría cualquier profeta alborotador, complementando, contaminando o imponiéndose al pensamiento general. Podría decirse que un libro puede incluso ser juzgado por el uso e intención de su lenguaje, y por lo tanto ser perseguido y condenado como haríamos con cualquier criminal. Sin embargo, este símil, que ha conducido a la quema y prohibición de libros, o a su rechazo sistemático, contiene un error de base: un individuo puede invadir nuestra privacidad sin llamar a la puerta, mientras que un libro necesita de nuestra colaboración. Ediciones Vernacci quiere colaborar con el arúspice ensangrentado, con el cuentista maltratado que grita sus historias y nos permite viajar tan lejos como llegue su imaginación, por sucio que sea el viaje, y para este fin pondrá en marcha la línea Puño sucio, un espacio dedicado a la novela negra y de terror, pero orientado a paladares blindados capaces de tolerar lo “intolerable”. No será una línea fácil de digerir para el lector medio; en ella no existirá la menor censura, ni límites morales que impidan contar una historia como su autor/ra crea que debe ser contada. Nieves Guijarro Briones, coordinadora de esta audaz colección ha definido ya los primeros pasos de un sendero sangriento, blasfemo, amoral pero también tremendamente estimulante. No habrá Calígulas, ni tijeras, ni hogueras, sólo el homérico empeño de enfrentaros a la libertad y un libro que espera ser abierto.

 

Alberto Plumed, librero y gestor de la librería Cyberdark, y Mar Goizueta nos hablan sobre Reina en el mundo de las pesadillas.

 

 

Reina en el mundo de las pesadillas no es un libro nuevo para mí. Lo leí hace años, en alguna de sus primeras versiones, sacada de un cajón secreto, mágico, como no podía ser de otro modo. Desde el principio supe que en aquellas páginas se trataban varios temas de gran importancia, y no sólo para la autora. Había fantasía, sí, y terror, y aventura, y mitología, pero también se abordaban asuntos que justificaban una conversación a solas con la autora. Cuando supe que la obra iba a ser publicada por Ediciones Vernacci, creí oportuno publicar una charla con ella, pero entre pitos y flautas lo fuimos retrasando. Por fortuna, son muchos los puentes que me unen a esta soñadora empedernida; es hermana de mi novia, una gran amiga, y muy aficionada también al cuidado y mantenimiento de su jardín. Y fue precisamente mientras la ayudaba a limpiar el jardín que amuralla su guarida de la sierra, cuando surgió al fin la conversación que estáis a punto de leer.

     Disfrutadla. Espero que os abra las ganas de adentraros en el mundo de sueños y pesadillas que pronto inundará las librerías de la mano de Mar y Ediciones Vernacci.

 

     ¿Cómo nace la historia?

     Reina nació de un sueño, de un poema y de una mañana de verano. Una noche soñé la invasión de las pesadillas. Por la mañana, estaba con mi hermana y con Felipe (un amigo de ambas) en el jardín, entre café, libros y cuadernos. Les conté que acababa de escribir un párrafo basado en el sueño, y  que parecía tener vocación de principio de novela. Ellos insistieron en que la escribiese sí o sí. Justo en esa época me rondaba también por la cabeza un poema que hablaba de monstruos y de una niña, que acabó convirtiéndose en uno de los personajes de la novela. Todo se mezcló y la idea surgió, aunque durante un tiempo permaneció congelada, a la espera.

    

     Yo en esa época aún no te conocía, pero sí había entrado en vuestra vida cuando esta historia hacía su carrera de fondo para ser publicada.

     Mucho tiempo después se me propuso escribir una novelita muy corta, casi un relato largo, para una colección que iba a salir en una editorial “de cuyo nombre no quiero acordarme” y retomé la idea. Por aquella época tú ya estabas en nuestras vidas, así que a partir de ese punto conoces de primera mano la trayectoria de Reina en el mundo de las pesadillas. Escribí la mini novela y todos los que la leyeron: lectores cero y editorial, consideraron que aquella historia merecía ser más larga. Querían saber más de unos personajes que eran, según señalaron, demasiado ricos para quedar reducidos a un simple esbozo. Entonces comenzó la reconversión de relato largo en novela corta. Ahí es cuando añadí la parte histórica, que disfruté especialmente porque, como sabes, estudié Arqueología; fue un pretexto perfecto para sumergirme en unas aguas a las que siempre deseo volver. Me documenté en profundidad, como si estuviese haciendo una tesina, para que la recreación histórico-arqueológica, a pesar de las grandes dosis de fantasía que incluye la obra, no dejase de ser lo más fiel posible. Después, tuvieron lugar una serie de cambios y decidí que el proyecto debía mudar de  editorial. Rafael Lindem me propuso sacarla en la suya ―Ediciones Vernacci―, que en aquel momento estaba naciendo. Pensé que nadie la iba a cuidar mejor, y eso me pareció más importante que buscar una editorial ya más establecida. Me dio la posibilidad de ilustrarla, y de elegir a un artista que me gustase. No dudé en elegir a Jorge del Oro, porque es una novela en la que las mujeres juegan un papel importantísimo y él sabe dibujarlas maravillosas. Aceptó y nos pusimos a trabajar de inmediato.

    

     Hablas de la inclusión de partes históricas en tu historia para convertirla en novela. Tu eres prehistoriadora, ¿por qué decidiste incluir este recurso narrativo?, además de para alargar la novela y convertirte en la Ken Follet de Alcorcón.

     ¿La Ken Follet de Alcorcón? (Risas). No se me había pasado por la cabeza, pero mira, no estaría mal tener una mínima parte de los millones de lectores que tiene él. Como historiadora, una de las épocas que más fascinación despierta en mí ―más allá de las piedras y los huesos, que son mi pasión― es la historia antigua de Creta, y en general la muy incipiente historia de lo que con el tiempo se llamaría Grecia. Alargar la historia me daba la oportunidad de unir mis dos pasiones: escribir y la Historia. Dejé que las palabras fluyeran y, sin planearlo, surgieron Creta y sus sombras dentro del caos en el que escribo. En realidad, yo sólo ordeno ligeramente las historias que van surgiendo en la “jungla salvaje” que es mi cerebro (esta definición, sacada de un capítulo de Las Chicas Gilmore, me define a la perfección, como ya sabes) a partir de lo que almaceno en ella. Por eso, era inevitable que en esta historia acabasen saliendo, entre otras, mi obsesión por los laberintos y por el Minotauro.

    

     Por privilegios familiares he tenido el placer de leer la novela en diferentes estadios, desde el más incipiente hasta el que en nada llegará a manos de los lectores. Hay varias cosas que no han cambiado en todo este tiempo y, como no te puedes escapar, quiero que me hables de ellas. Empecemos: tus personajes no tienen nombre, son apodos o arquetipos. ¿Tan difícil es para ti llamar a alguien Pepe o María?

     Soy muy impulsiva escribiendo, no uso estructuras ni guiones, dejo que los personajes me digan cómo se llaman según van materializándose. En el caso concreto de Reina en el mundo de las pesadillas olvidé totalmente la posibilidad de nombrarlos mientras era atrapada por su historia. No me daban sus nombres, aunque sí sus apodos, perfectamente sugeridos por su naturaleza y la función más o menos arquetípica que desempeñan en la novela. Pensé que si ellos no me habían dado nombre alguno, ¿quién era yo para inventarme uno?

    

     Eso me lleva a otro tipo de referencias. En la novela se nota un gran bagaje literario, y muchas veces hemos hablado de las influencias (ya no solo a nivel literario, sino en la vida real) de novelas que juegan con mundos paralelos, entremezclados entre si y con protagonistas (como los tuyos) que salta entre ambos. ¿Cuáles son las que más te han influenciado a la hora de escribir Reina en el mundo de las pesadillas?

     Hay influencias literarias, culturales, históricas… Todo es un batiburrillo en mi cabeza, ya sabes que yo no vivo del todo aquí, que muy a menudo me pierdo en mis otros mundos, y también que leo sin parar diferentes géneros literarios. Todo lo que hable de otros mundos me toca de cerca. Me crié con las historias de Lewis Carroll, que devoré hasta la saciedad, sobre todo Alicia a través del espejo, porque me hacían sentir bien al mostrarme que otra gente veía las cosas de forma parecida a la mía, me daban la esperanza de escapar de un mundo que muchas veces se me hacía demasiado aburrido, demasiado prosaico. Libros como los de Alicia, las aventuras e inventos que me planteaban Julio Verne y autores similares y otras lecturas como los pulp de ciencia ficción y terror que leía casi a escondidas, además de otras historias de fantasía, se unían en mi cabeza y me daban ese punto de fuga que yo tanto necesitaba. Supongo que al escribir, todas las obsesiones que te acompañan durante la vida, inevitablemente, acaban asomando entre las líneas.

    

     También es muy importante, y no voy a hablar mucho sobre ello, el mundo de los sueños y las pesadillas. Hay gente que no le da mucha importancia a lo que sueña, pero yo, que suelo desayunar a tu lado, sé que le das una importancia capital a su dimensión. De hecho, la novela gira alrededor de ellos. ¿Por qué?

     Porque para mí es tan real como la realidad, sólo que tiene otro tipo de lenguaje y coordenadas. No todos los sueños son sólo sueños (y guiña un ojo)

    

     Ajá…no sigamos por ahí y dejemos el misterio que el señor editor nos ha pedido (el que quiera resolverlo, podrá hacerlo comprando y leyendo la novela). También metes mucha referencia a la cultura popular, o digamos… friki. Yo, que te conozco bastante bien, sé que vives muy inmersa en ella, aunque muchas veces se te va la pinza y la mezclas a lo loco, con desastrosos resultados para tu reputación. ¿Su uso en la novela, es un reflejo de tu día a día o es otra forma de inmersión para el lector?

     Así que desastrosos resultados para mi reputación… ¿Ese es tu concepto de “amistad”? (risas). Somos un conjunto de nuestras lecturas, de nuestras vivencias, de lo que entra por nuestros sentidos, de lo que nos llega dentro. Y yo no puedo separarme de ello al escribir. Esta novela es parte de mí, surge de mi corazón, y por lo tanto necesitaba que esas referencias que me ayudan a definirme y que fueron encajando como las piezas de un puzle en la historia estuviesen ahí, sin necesidad de disfraces, tal cual son.

    

     Una tema de gran importancia en la novela es la muerte. De hecho, la representas físicamente, y tiene un papel destacado en el desarrollo de algunos de los personajes.

     Creo que la muerte es algo indisoluble de la vida (como el café). Está ahí, queramos o no, y no debemos verla como algo terrible sino como otro estado del mismo universo que habitamos. No me gusta que sea tratada como un castigo; yo la veo como otra parte más de la vida, aunque parezca una incongruencia. Quizás no nos guste, pero no es un castigo, es parte del viaje. Cuando pierdes a seres muy queridos puedes enfadarte, sentir rabia, pero al mismo tiempo te reconcilias con ella de alguna forma, comprendes que es la puerta que conduce al lugar donde están ellos, el lugar al que iremos todos. Creo que la gente no se va del todo, a veces la sientes ahí, oculta en otro universo paralelo (no en el sentido religioso que todos conocemos), pero, hasta cierto punto, todavía tangible. Incluso creo que pueden visitarnos, y ayudarnos en momentos de crisis para hacernos comprender que no se han ido del todo.

    

     La novela también habla del amor. En este caso el amor entre desconocidos, que surge como una tormenta y une a dos personas predestinadas a ser amantes y a ser parte de un todo más amplio que poco a poco vamos viendo en la novela. ¿De dónde procede esta visión?

     Me gustan mucho las teorías que hablan de las almas gemelas, especialmente la leyenda japonesa que habla de personas unidas por un hilo rojo invisible y que están predestinadas a encontrarse, aunque estén separadas por océanos y continentes. No creo que necesariamente tengamos una sola alma gemela, quizás sean muchas, pero sí creo que cuando dos almas gemelas se encuentran se genera una magia enorme, ya que el amor es una de las fuerzas más potentes del universo.

    

     Las mujeres tienen un papel muy importante en tu novela, desde Muerte y Vida (a las que das atributos femeninos) a la protagonista, y sobre todo puede comprobarse en la parte histórica ¿Es algo buscado o surgió así?

     Surgió así, no planeo nada. No me puedo escapar de mis referencias culturales, como aquellas que hablan de diosas y mujeres poderosas desde la prehistoria. Para mí, la diosa de la vida no puede ser otra cosa que un ente femenino, ya que las mujeres somos las que traemos la vida y así se relacionó en la antigüedad. Es normal asociar el poder de dar vida de la mujer con el poder de la naturaleza, creadora de todo lo que nos rodea.
Y en el caso de la muerte, quizás ahí tenga una influencia mexicana, ya que es de los pocos pueblos que la representan puramente femenina. Me gusta mucho el concepto mexicano de la Muerte, sí.
En cuanto al resto de los personajes, soy una mujer y creo que por eso tiendo a escribir mujeres, sobre todo fuertes. También soy un poco antigua en mi manera de ver la vida (entiéndanse en el sentido de mi amor por la historia) y en el mundo antiguo era común la veneración a deidades femeninas, la presencia de sacerdotisas e imágenes de mujeres, algo que se perdió en la Edad Media; es más, su valor fue invertido, convirtiendo a esas mujeres fuertes en la representación del mal. Esta novela es un homenaje, surgido de manera natural e inconsciente, a esas figuras femeninas. Hay que reivindicar a las mujeres poderosas que han sido ninguneadas, temidas y perseguidas, como las brujas, a las que se daba caza simplemente por ser conscientes de su poder, su identidad y su pasado. No tenía planeado hacer una novela de mujeres fuertes, pero creo que ha surgido así por ser mujer y ser consciente de nuestra capacidad.

 

     Y tras estas preguntas, volvemos a lo nuestro. El jardín espera. Y no hay que hacerle esperar.

 

Yo peleé con un zombi – Bizarre Noir

 

Vergessen Grab es Jezabel

 

Mucho se ha hablado de la visceralidad de Zombi, la novela de Juan Díaz Olmedo. Autoproclamada como la novela inaugural del bizarre noir, desde sus páginas propone el exceso en argumento y detalles, así como el barroquismo en la ambientación como principales emblemas.

La gráfica y detallada descripción de sus peleas, la casi continua invitación a la arcada, la asumida desesperación de Jezabel y el resto de la Cofradía, el deterioro casi ruinoso de las zonas de la ciudad que frecuentan… Los personajes se golpean por algo de dinero, porque saben que van a morir, que ya han muerto. Esas peleas llegan a la Deep Web, a buenos pagadores que necesitan sentirse vivos a costa del dolor ajeno. Tanto los que golpean como los que miran ensalzan esta ultra-violencia como la manifestación suprema y definitiva de la vida, una vida desahuciada en que ya escupió hace tiempo un «segundos fuera».

Juan Díaz Olmedo no necesita excusas filosóficas o antropológicas para orquestar este espectáculo extremo. Simplemente lo conduce con naturalidad, mirando a sus personajes a los ojos, con una soltura que desarma. A mi juicio, éste es el mayor atrevimiento de Juan; compartir algo con nosotros como si lo acabara de oír en un bar, o como si lo hubiera visto y “disfrutado”, utilizando herramientas de gran precisión y que transmiten cierta diversión insana por parte del narrador.

Porque es la cercanía de esta novela lo que más impresiona. Está ambientada en una ciudad anónima —aunque si el lector conoce el sur de España no tardará en descubrir el nombre de la urbe—, maltratada por la crisis, centrada en polígonos vacíos, discotecas abandonadas… Un escenario ideal para el cortejo esperpéntico de enfermos terminales y drogo-dependientes que la trama paseará delante de nuestros ojos. Sólo hace falta que forcemos un poco la imaginación, que pensemos en lo que pasa en nuestras calles mientras dormimos, para poder anticiparnos al sabor que destila esta novela.

Más de uno tachará a Juan Díaz Olmedo de sensacionalista, y la verdad es que no se me ocurre mejor adjetivo. Porque, página a página, con gran cuidado, con eficacia, nos transmite las sensaciones de Jezabel,  sin coartadas teóricas ni trucos que conjuren la emoción. Se teniente en ella, en lo que ve, en lo que siente, descrito con  empeño galdosiano.

Mi consejo es que empiecen a leer Zombi antes de que el árbitro todopoderoso, el de verdad, os sorprenda con un «Segundos fuera».

 

David G. Panadero

 

Globos, puños, naves alienígenas y buenos libros

Vender libros no es tarea fácil, quizá porque comprarlos tampoco es un camino de rosas.  El dinero, pese a las encantadoras teorías del economista Christian Felber, no es un bien común. ¿Cómo vender entonces un artículo relativamente prescindible como un libro de papel? ¿Cómo despertar el interés de alguien para que decida dar una oportunidad a uno de esos viejos objetos que no pueden conectarse a un puerto USB y que tanta guerra dan en las mudanzas? Dudo mucho que nadie tenga una respuesta definitiva, ni un plan de acción efectivo que vaya más allá del manido ensayo y error. Pero es un hecho que los libros (de papel) se siguen vendiendo —mejor, peor o mucho peor—, y que algunos hasta logran bastante éxito, lo que en un mundo como éste, dominado por la inmediatez virtual, no deja de ser una señal de su calado como vehículo de entretenimiento y, para qué negarlo, como icono popular y estético. En cualquier caso, es deber de las editoriales recompensar el interés de sus lectores, su inversión, ofreciéndo buenas historias y cuidándolas todo lo posible (y nunca será suficiente). En Ediciones Vernacci queremos recompensar vuestro interés con una selección de títulos llena de clásicos descatalogados, obras de culto que piden a gritos una segunda oportunidad y otras que dan su primer paso, pero también, si revisáis atentamente sus páginas, podréis encontrar globos, puños y naves alienígenas. Seis ejemplares de cada edición numerada tendrán estas marcas. Mirad bien cada página; si encontráis un globo tendréis derecho a un ejemplar de regalo de cualquier otro título (de cualquier línea y precio); si dais con un puño (en cualquier título de la línea Puño sucio y Puño gris) o con una nave alienígena (dentro de la línea Nibiru), recibiréis de regalo una chapa de la línea en cuestión y un poster y una taza de la obra donde se dejó encontrar. Nuestros primeros libros, Zombi y Reina en el mundo de las pesadillas, ya vienen preparados para jugar, pero ¿qué valor tiene todo esto comparado con la experiencia de leerlos?

 

Juan Díaz Olmedo: malos y buenos tiempos de la Ciencia Ficción y el Terror

Háblanos sobre tus comienzos en el mundo de la escritura.

Siempre me encantó leer, pero fue la lectura de las memorias de Isaac Asimov lo que me animó a probar suerte escribiendo. Quizá por esto, durante un tiempo me animé con la ciencia ficción, aunque el descubrimiento de autores como Anne Rice y Clive Barker decantó finalmente mi balanza interior hacia la literatura de terror.

 ¿A qué se debe tu apuesta por la literatura de género?

A que es la literatura que leo. Sólo leo literatura de género y ensayos de no ficción. Sé que existe otra literatura “elitista” y que se considera superior a la literatura de género, pero no me interesa lo más mínimo.

Has participado en diversas antologías y revistas. Háblanos un poco de ellas.

Empecé a escribir relatos alentado por Elia Barceló, como una forma de experimentar con distintas voces y técnicas narrativas. Durante el proceso descubrí que era algo mucho más relajado y sencillo que escribir novelas, y que podía ser muy divertido. Una vez leí que el mejor formato para la ciencia ficción es la novela, para la fantasía la trilogía, y para el terror el relato, algo con lo que estoy bastante de acuerdo. De hecho, algunos de mis libros favoritos de terror, como  Arcano Trece de Pilar Pedraza o  Los Libros de la Sangre de Clive Barker son colecciones de relatos. Me encantaría poder publicar una colección con mis relatos, creo que podría ser mi mejor libro.

Como miembro fundador de Nocte, ¿qué opinas de la aceptación del género de terror y ciencia ficción en este país?

Son dos géneros muy distintos y que, en mi opinión, están viviendo momentos totalmente opuestos. La literatura de ciencia ficción, tanto en España como en el extranjero, parece llevar un tiempo en decadencia. Disparates estilísticos como las novelas de “inmersión total”, o tramas recurrentes (hasta la extenuación) sobre singularidades y derivados, así como un absurdo complejo de inferioridad con respecto a la literatura supuestamente “seria” o “generalista”, tienen la culpa. Y esto, sin dejar de ser paradójico, porque el éxito popular y mercantil de este género en medios como el cine o el cómic está más que contrastado. Por el contrario, la literatura de terror se encuentra en un momento excelente, con docenas de nuevos autores interesantes y enfoques novedosos. En España, el fenómeno de la literatura “Z” ayudó a eliminar cualquier complejo del lector a la hora de afrontar obras de género escritas por un compatriota. También confío en que la gran popularidad que vive actualmente el cine de terror español en el extranjero, ayude como punta de lanza y abra camino a todo lo que está por llegar. No me consta que exista ningún libro de ensayo titulado “Spanish Science Fiction” o “Spanish Fantasy”, pero sí que existen varios titulados “Spanish Horror”.

Tu primera novela fue Marionetas de sangre, editada en el año 2004, la cual ha recibido críticas de bastante consideración, ¿cómo fue el proceso creativo de Marionetas de sangre?

La idea original de la novela me vino a partir de un excelente documental británico titulado American Vampires en el que se describia la subcultura del vampirismo como patología psiquiátrica en Estados Unidos. Me pareció un mundo fascinante y bastante desconocido. Siempre he sido muy aficionado a los vampiros, y me atrajo mucho la posibilidad de narrar una historia de vampiros sin el componente sobrenatural, una historia que pudiera realmente ocurrir. Una trama clásica de la literatura vampírica, bastante en desuso últimamente, es la del enfermo deshauciado que busca en el vampirismo una salvación frente a la muerte. La unión de ambos enfoques dio pie al argumento de la novela.

Gracias a ella te han considerado máximo exponente del género bizarre-noir. ¿Cómo lo definirías?

La verdad es que al escribir Marionetas de Sangre todavía no se me habia ocurrido el término bizarre-noir, pero sí que conocía el Gran Guiñol de Oscar Métenier y me interesaba mucho esa vertiente del terror emparentada con la literatura negra en la que no existe el componente sobrenatural. Pienso que es un tipo de terror más propio de las culturas mediterráneas, en contraposición al cuento de miedo clásico anglosajón, que parte principalmente de historias de fantasmas. Así que definiría el bizarre-noir como una variedad de lo “gran-guiñolesco” en la que se relatan historias terroríficas o criminales sin componente sobrenatural y que hacen referencia a aspectos extraños, ocultos y desconocidos de la sociedad. Es la literatura negra de los “bichos raros” o la que resulta tan truculenta que, casi sin proponérselo, termina dando miedo.

Has tenido el honor de estar nominado a los premios Ignotus, entre otros, y en el año 2008 colaboraste en un libro solidario publicado por el Festival de Sitges. ¿Qué planes prevés para tu futuro literario?

Me gustaría poder hacer planes de futuro como escritor, pero es un mundo realmente difícil. Tengo muchísimo material inédito, y si sigo publicando al ritmo actual me temo que gran parte de él saldrá de forma póstuma, si es que llega a ver la luz del día. Así que, en la medida de lo posible, voy a centrarme en mover todo lo que me queda por publicar antes de ponerme a crear algo nuevo.

Cuando leí Zombi quedé prendada en buena parte de su alto contenido en crítica social, ¿es éste el germen creativo de la novela?

El germen creativo de mis historias son las historias en sí mismas. Eso no quiere decir que yo no tenga opiniones sobre la sociedad y que esas opiniones no puedan reflejarse en lo que escribo, es algo que le ocurre a cualquier escritor. Por ejemplo, en Zombi hay una crítica bastante dura a un fenómeno que me preocupa mucho como es el de las mal llamadas “terapias alternativas”, pero eso fue algo que surgió de forma orgánica al contar la historia, no es algo que me hubiera planteado desde el principio ni, por supuesto, el motivo por el que me puse a escribir.

¿Y la base para la creación de un personaje con la fuerza de Jezabel? ¿Qué inspiración tomaste?

Hay detalles de Jezabel que están extraidos de personas que conozco o de algunas personalidades públicas o artísticas, pero no puedo decir que exista alguien que haya inspirado en su totalidad la estructura del personaje. Principalmente fue un personaje que surgió poco a poco, de forma natural, por supuesto basándome en la situación emocional que imaginaba para alguien como Jezabel, que ha decidido vivir lo que le queda de vida del modo que desea. Podría decir que mientras escribía sobre su muerte, el personaje cobró vida y me indicó hacia dónde debía apuntar su historia.

Por último, háblanos de Ghoul, tu más reciente trabajo, publicado recientemente por la editorial Saco de Huesos.

Se trata de una historia de canibalismo, sexo y criaturas inmortales a la que le tengo especial cariño, ya que es la primera novela que escribí, hace casi veinte años. En su día alguien muy respetado en la literatura nacional de género me dijo que era una novela excelentemente escrita pero que no iba a publicarse nunca por ser demasiado fuerte y sangrienta. Me alegro mucho de que se equivocara. Por supuesto, la versión que se ha publicado de Ghoul es muy distinta a la que escribí originalmente. En este tiempo la he reescrito por completo casi dos veces, la segunda vez contando con el feedback de la gente de Saco de Huesos. Pese a las reescrituras, creo que conserva la esencia original, que como toda primera novela es principalmente una mezcla de todas las influencias que rodean al autor.

 

Nibiru: de lo soñado a lo escrito

 

 

La fantasía ha sido siempre la médula ósea del arte narrativo, uno de los resortes más profundos, quizá el mayor pretexto (junto a la verdad) que puede llevar a alguien a desear contar una historia. Desde la antigüedad, lo fabuloso ha sabido rodearse de un nutrido grupo de seguidores, y su influencia sigue siendo igual de fuerte hoy en día. Un simple vistazo a la cartelera de los cines basta para constatar esta todopoderosa (y mercantilizada) presencia. Pero, si bien es cierto que la fantasía —puede que por su conexión directa con el mundo de los sueños— habla todos los idiomas artísticos habidos y por haber, es en la literatura donde encontró su vehículo primitivo más poderoso. En ella, desde los pliegos arquetípicos de la mitología, se paseó por todo tipo de terrores góticos, viajó hacia los refinados espacios de Lord Dunsany, a la fantasía antinormanda de J. R. R. Tolkien, a nuevos rincones en los que se vistió de una ciencia especulativa que supo llevarnos a la Luna en cuatro días, o imaginar la conquista de nuestro planeta por una horda de trípodes marcianos. Creció, maduró, se dignificó. Podemos decir que la literatura fantástica tomó la fantasmagoría desmadejada de antaño y supo empacarla en una fórmula sofisticada y bien definida, con voz propia, que fue servida luego en bandeja de plata a los devenires artísticos de la modernidad. Ediciones Vernacci no podía ignorar este milagro primigenio y su línea Nibiru será la encargada de explorarlo: cuento de hadas, ciencia ficción…Si pudo soñarse, pudo escribirse, si pudo escribirse, podremos encontrarlo.

 

 

Puño gris: lo que nos trajo Dupin

 

 

Es complicado estimar cuándo dio comienzo el estilo literario que conocemos como “policiaco”, aunque sí podemos aventurar que sus bases más populares fueron acuñadas por un triunvirato de autores que vieron en los sucesos recogidos por la prensa de su época —finales del siglo XIX y principios del XX—, el caldo de cultivo perfecto para la creación de un nuevo tipo de ficción, nuevo al menos en lo referente a su concepción. Edgard Allan Poe, Arthur Conan Doyle y Agatha Cristie abrieron la puerta a un universo de investigadores privados, enigmas, villanos y escenarios llenos de peligros. También abrieron camino a toda una horda de autores que a principios del siglo XX supieron dejar en la fórmula original su propia impronta, en algunos casos revestida de cierta sofisticación que nada o poco tenía que ver ya con el folletín detectivesco que había venido entreteniendo a los lectores hasta entonces. Esta hibridación fue más allá de la novela negra (cuyos personajes suelen ser moralmente más ambiguos que los del perfecto y maniqueo relato policial) y tomó múltiples direcciones. Ahora que los perdedores tenían voz, que un escenario podía ser tan imperfecto como la vida misma, las posibilidades narrativas se multiplicaron; en pleno auge del pulp, el idioma noir —simple, directo, mundano, realista— alimentó distintos subgéneros, como el hardboyled, pero fue también algunos pasos fue más allá y entró de lleno en géneros como el misterio, el terror o incluso la ciencia ficción. No es difícil percibir su huella en la obra de autores como Lovecraft, Howard o Hodgson, así como en multitud de autores actuales como King o Ketchum. La línea Puño gris, desea explorar esta amplia tela de araña que comenzara a tejer Dupin en la ya mítica Rue Morgue, y que a día de hoy continúa atrapando enormes y valiosas presas que deben ser conocidas. Tendremos pasado, tendremos futuro, tendremos noir, terror y misterio. Está permito fumar, y no necesariamente en pipa.

 

Completar un círculo: Crear una editorial

¿Cuándo nos conocimos?

 Vernacci es un nombre que comenzó a sonar por primera vez dentro de mi cabeza en el año 2008. Por aquel entonces apenas era el nombre bosquejado de un personaje perteneciente a una novela que estaba escribiendo; vomitando sería lo más correcto, porque aquella experiencia, que asocio a días de desconcierto y cierta oscuridad anímica, respondió más a una pulsión liberadora que a un proceso de escritura controlado. Aquel personaje recién llegado tomó las riendas de su propio nombre, de mi imaginación, y me narró sus extrañas aventuras mientras yo me balanceaba durante horas en un viejo columpio, cigarro en mano; o quizá fuese yo quien le narrase mi aventura mientras él filosofaba en su despacho salmanquino, rodeado de libros, discos de ópera y un intenso olor a tabaco curado. Quién sabe. Lo cierto es que aquellas charlas privadas con el profesor Vernacci –porque es profesor– dieron su fruto. En poco tiempo, la novela terminó de escribirse y tras posteriores correcciones y lecturas, relecturas y más correcciones, Viajeros del Picoteórico, como se llamó aquella crónica de una amistad invisible pero tangible, terminó guardada en un oscuro cajón. Algunos años después, sin embargo, saltó por la ventana y echó a correr con una preciosa encuadernación del color de las nubes. Fue un viaje modesto, aunque dejó tras de sí las huellas suficientes para ser recordado. Una de estas huellas es el magnífico complemento creativo que supuso la participación del pintor e ilustrador Antonio Hernández durante el par de meses que preparamos el libro para su publicación. Su talento consiguió que el resultado final superase el que las letras por sí solas merecían, pero también se hizo notar a niveles que trascendieron el proyecto. No era la primera vez que conversaba con Antonio, ya que además de amigo es pariente cercano, pero sí fue la primera vez que entablamos cierta comunión creativa que siguió retroalimentándose hasta el día de hoy y que nos ha conducido a toda clase de proyectos creativos, muchos de los cuales nada tienen que ver con el medio que nos permitió colaborar juntos por primera vez. Ahora, hemos decidido cerrar el círculo que empezamos con Viajeros del Picoteórico y dar forma a nuestro proyecto más ambicioso –y lógico, teniendo en cuenta nuestros inicios– hasta la fecha: una editorial. Como voraces lectores, nuestra imaginación ha perfilado innumerables planes para la preservación de antiguos títulos descatalogados o maltratados por las caprichosas circunstancias del mundo editorial, para la divulgación de nuevas obras y su armoniosa convivencia con lo viejo; se ha recreado con el intenso y fascinante proceso que convierte un manuscrito en libro, y nos ha retado –tentado– hasta el final. El viejo profesor ha vuelto a romper su silencio, su nombre se impone nuevamente y Ediciones Vernacci da el primer paso para existir.

 

Rafael Lindem

Entradas siguientes »