Dibujo de Juan Leiva

Con apenas veinte años, conocí al amigo David G. Panadero en las oficinas de la desaparecida Midons Editorial el verano del año 2000. Ambos, autores precoces, estábamos a punto de debutar publicando nuestro primer libro con ellos, el de David un muy recomendable y sesudo ensayo sobre la película Dark City, al que ya le había dedicado un fanzine el año anterior, y el mío, mucho más desenfadado y festivo, sobre el film de culto The Rocky Horror Picture Show.

     A la espera de ser recibido por Cristina Martínez, la editora de las colecciones de cine de Midons, David me explicó que justo acababa de entregar las galeradas de su libro en mano. Eran los albores de Internet en España y aunque casi todo el mundo ya tenía correo electrónico, este tipo de gestiones se continuaban haciendo en soporte físico. Justo por ese motivo, yo, siendo de Barcelona, me había desplazado a Madrid para que allí pudieran escanear el dibujo original que iba a ser la portada de mi publicación. Debido a que ni tenía un escáner de esas proporciones, ni se podían enviar archivos de ese tamaño por e-mail, tuve que viajar hasta la capital, ciudad en la que se encontraba la editorial. Por cierto, mis galeradas llegarían poco después, por correo ordinario, por supuesto.

     David, sin conocerme de nada, como buen Cicerone, esperó a que acabara mi reunión con Cristina, para interesarse por mi proyecto y mostrarme por primera vez una maravillosa ciudad que no he dejado de visitar desde entonces. Me acompañó, como es habitual en estos casos, a lugares típicos como la Puerta de Alcalá, el Kilometro Cero, el Oso y el Madroño o La Cibeles, pero mis lugares favoritos de su ruta fueron sin duda el monumento a Ángeles Rodríguez Hidalgo, la celebérrima Abuela Rockera, y el restaurante en el que hacían huevos fritos de avestruz, ambos situados en Vallecas y desconocidos para más de un oriundo de la zona.

     Vía telefónica y a través de algún correo electrónico —por teléfono fijo, en aquella época no era tan habitual tener móvil y apenas se había instaurado el uso del Messenger, precursor de Skype, para los más jóvenes—, continuamos la relación a distancia para recomendarnos películas raras —sí, en VHS, has deducido bien— y aconsejarnos sobre nuestros respectivos artículos en diversas revistas y webs. Cosa que continuamos haciendo, pero ahora utilizando métodos mucho más modernos.

     Parte de la buena relación que hemos mantenido desde entonces es debida a que, aunque nuestros gustos comunes son muy parecidos, no podríamos ser más diferentes. En palabras del propio David: «Es que tú eres más de Superman y yo de Batman de toda la vida.» Al menos los dos son de la misma editorial, DC Comics, y todo queda en casa.

     Aunque parezca que esta introducción no lleva a ningún sitio, al ser uno de mis mejores amigos, para mí es importante destacar a la persona por delante del autor, y David, como has podido comprobar en estas líneas, aunque es una persona muy ducha en diferentes campos de la cultura —como queda sobradamente reflejado en sus trabajos y en su trayectoria profesional—, ante todo es una persona amable, generosa y nada pedante. Una rara avis en este sector en el que muchos se creen superiores por conocer los nombres de tres o cuatro directores malditos, ver series de televisión en Netflix, grabar un podcast en su casa, o haber escrito en un par de blogs sobre el último videojuego de Nintendo. Por cierto, cuando le conocí tampoco existían los YouTubers… ¡qué tiempos aquellos! Y es que, hasta el momento, si querías publicar algo, debías hacerlo en papel.

     Abarcar su carrera como escritor, locutor y editor es harto complicado, pero no nos queda otra que intentarlo: entre muchas otras cosas ha sido editor de la revista cultural Pause, fundador y editor de la revista Prótesis: Publicación consagrada al crimen —que diez años después de su primer número continúa saliendo al mercado en la actualidad—, ha colaborado en las revistas publicadas por Alejo Cuervo para la editorial Gigamesh, ha sido editor de las colecciones policíacas de la editorial Versátil y la Factoría de Ideas, ha trabajado para Random House, y ha colaborado regularmente en programas de radio de emisoras como Radio Vallekas, Europa FM o la SER, para esta última, hablando semanalmente sobre género negro en el mítico programa, Hablar por Hablar.

     Como autor de ensayos de cine, al de Dark City: Mientras la ciudad duerme (Midons Editorial, 2000), le siguieron los siguientes títulos que tuve el placer de coescribir con él: Sam Rsimi: De la transgresión al neoclasicismo (Calamar Ediciones para el Festival Internacional de Cinema de Catalunya, 2004), Ed Wood: Platillos volantes y jerséis de angora (T&B Editores, 2005),  Tim Burton: Diario de un soñador (Ediciones Jaguar, 2005), del que se venden tres ediciones, y Tim Burton: Simios, murciélagos y jinetes sin cabeza (Diábolo Ediciones, 2016).

     En solitario, y utilizando un punto de vista mucho más personal, David escribe Terror en píldoras: Las películas episódicas de Terror (Grupo Kelton, 2010), dedicado a las películas de terror compuestas por pequeños episodios, y No me cuentes películas (Diábolo Ediciones, 2015), un ensayo cinematográfico que aúna el periodismo con la literatura a partes iguales, y que incluye entrevistas a los principales protagonistas de este sector.

     Ensayos y críticas de cine aparte, tras escribir unas cuantas historias cortas para varias publicaciones y antologías, Panadero publica su primera y deliciosa novela, Los viejos papeles (NGC Ficción, 2010), dedicada a uno de sus temas favoritos: los bolsilibros. Protagonizada por el joven periodista Arturo Iglesias y Mateo Duque —alias Matt Duke—, autor de un sinfín de novelas «de a duro».

     Los viejos papeles, reeditada recientemente por Editorial Cuadernos del Laberinto, nos lleva a su último trabajo de ficción y al motivo por el que se me ha encargado escribir este texto: Sesión Doble: Sin Contraseñas y El último vagón (Ediciones Vernacci, 2018), dos impactantes relatos urbanos que rozan lo biográfico, basados —como buen escritor que se precie— en experiencias personales que se alejan de la fantasía y toman como punto de partida especulaciones sobre el propio autor, que David utiliza como excusa para analizar los diferentes aspectos del entorno que le rodea.

     Y es que, como Batman o Daredevil, David G. Panadero —Bakerman— es un héroe urbano que, con lupa ceñida al ojo, escudriña los oscuros callejones de su Vallecas natal en busca de nuevo material para sus novelas. Será mejor que te andes con cuidado si no quieres ser el protagonista de su próximo relato…

 

Miguel Ángel Parra

@Darthparra